Una apretada agenda mantuvo el presidente Gabriel Boric en Suecia, la semana pasada, en el marco de su gira por Europa. El mandatario se reunió con el primer ministro, Ulf Kristersson, en la residencia de Sagerska; fue recibido por el presidente del Parlamento sueco, Andreas Norlén; y el Rey y la Reina le ofrecieron un almuerzo en el palacio real.
Celebró, además, encuentros con organizaciones chileno-suecas y, por supuesto, no faltó el encuentro con la comunidad chilena en Suecia, que lo recibió con el afecto y el cariño que le caracteriza.
Por: Marisol Aliaga
Un emotivo encuentro sostuvo el Presidente Gabriel Boric con la comunidad chileno-sueca, el 14 de junio, en la Sala Grünewald, de la Casa de Conciertos de Estocolmo.
El presidente llegó acompañado de su comitiva oficial y del Embajador de Chile en Suecia, Tucapel Jiménez.
El productor Osiel Ibáñez, de padres chilenos, fue el maestro de ceremonias. Con su profesionalismo y desplante habituales, condujo la velada, invitando primeramente a entonar el himno nacional.
En el acto, tanto el embajador como el presidente hicieron uso de la palabra, así como también dos representantes de la comunidad, de la primera y segunda generación. Suecia es el cuarto país del mundo con más chilenos residentes, alrededor de 30.000 connacionales, de tres generaciones.
Tucapel Jiménez se refirió al gratificante hecho de que la comunidad chilena se haya integrado plenamente a la sociedad sueca. Chilenos y chilenas trabajan en los puestos más diversos, contando con parlamentarios, médicos, profesores, científicos; también dentro del mundo de la cultura, las letras y el arte.
El embajador habló sobre el orgullo que siente no solo de representar al gobierno de Gabriel Boric, sino también a esta comunidad. “Yo creo que los verdaderos embajadores y embajadoras son Uds.”, dijo.
También se refirió al “modelo sueco”, a menudo nombrado, en las discusiones políticas que se sostienen en Chile. Recordó que este modelo nació de un pacto social, Saltsjöbadsavtalet, un acuerdo que data de 1938, entre el Sindicato de trabajadores, LO, y la Asociación de empleadores, SAF, que se convirtiera en un modelo para futuros acuerdos.
El embajador invitó a la delegación chilena a interiorizarse en el modelo sueco, que nace con el pacto de Saltsjö (nombre del lugar donde se llevó a cabo). Entonces, en busca de paz social se lograron los acuerdos colectivos que tanto éxito han tenido en la consolidación de la sociedad de bienestar. Los acuerdos colectivos garantizaron tanto un sueldo mínimo para los trabajadores, como condiciones laborales dignas.
“Sé que es difícil cambiar de un día para otro, pero yo creo que, avanzando, podemos algún día aspirar a ser lo que es Suecia”, dijo Tucapel Jiménez, muy contento con la visita del presidente Boric a Suecia, “un país que fue tremendamente solidario con Chile”.
Al igual que a tantos chilenos residentes en Suecia, al embajador lo unen fuertes lazos sentimentales con Suecia, cuyo “pueblo solidario estuvo con nosotros cuando más lo necesitamos”.
Con picardía, instó al presidente y su comitiva a disfrutar del verano nórdico (14 grados y lluvia). Expresó que la comunidad chilena ha esperado con ansias la visita del presidente, y que quiso elegir como lugar para este encuentro un edificio simbólico, la Sala de Conciertos en cuyo salón principal se entregan, cada 10 de diciembre, los Premios Nobel.
Recordó que en 1945 Gabriela Mistral recibió, en la sala contigua, el preciado galardón, pero no así Pablo Neruda, puesto que en 1971 la Sala de Conciertos se encontraba en reparaciones.
Seguidamente, el elenco folclórico de Lilla Akademien deleitó a la concurrencia con una interpretación de lo más típico de la música folclórica de Suecia, acordes provenientes de la región de Dalarna/Dalicardia, ubicada al noreste del país.
A nombre la primera generación de chilenos que se exiliaron en Suecia habló Luis Córdova, dirigente sindical de Correos y Telégrafos entre 1970 y 71 y actualmente miembro de la directiva del Instituto Sueco-Chileno de Cultura.
Él también se refirió a la solidaridad con la que fuimos recibidos al llegar a estas tierras “con la tristeza de la derrota y la incertidumbre del mañana”.
Nombró, con agradecimiento, a Olof Palme y a Harald Edelstam, de quien su nieta, Caroline Edelstam, se encontraba entre el público, al igual que otros suecos y suecas que tan generosamente participaron de la gran solidaridad que se creó con Chile luego del golpe cívico-militar.
También se refirió a las esperanzas que la comunidad ha depositado en el gobierno de Gabriel Boric, quien en las elecciones pasadas, obtuvo el 90 % de los votos.
Le siguió el discurso de María Jesús, también del Instituto Sueco-Chileno de Cultura.
Comenzó citando al poeta nacional Armando Uribe Arce, quien dijo: “Chile es el único país de América cuyo origen fue cantado en verso y celebrado en una epopeya del siglo XVI, tiempo en que ya no se escribían en Europa cantares épicos de gesta”.
“No cabe duda de que se refería a La Araucana”, dijo María Jesús, y nombró también a Raúl Zurita, quien, en su discurso de agradecimiento del Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda dijo: “Chile, mucho antes de ser un país, fue un poema”.
En su poético discurso, María Jesús se refirió al compromiso que han adquirido los jóvenes de su generación, que han tomado nota de las vivencias de sus padres y que tienen el firme propósito de seguir en la huella de éstos. Vale decir, continuar con “la escritura de nuestra epopeya de justicia, democracia, igualdad, equidad, saber, cultura y poesía. De aquel legado nunca debemos olvidarnos”.
Seguidamente, la tercera generación pasó a ocupar lugar en el escenario, cuando la pequeña Valentina Ibáñez, en las dulces cuerdas de un violín, interpretó El derecho de vivir en paz, de Víctor Jara; y el Rin del angelito, de Violeta Parra.
Después de esta maravillosa adaptación de temas tan queridos por todos, tomó la palabra el presidente Boric, quien agradeció al maestro de ceremonias, Osiel Ibáñez, y a su hijita Valentina por llevar a la audiencia a “los grandes de nuestra música”.
Y a propósito de Víctor Jara, y de su Luchín, contó una anécdota. Luego de un concierto de Nano Stern, en conmemoración de los 50 años del golpe les llega al escenario una pelota de trapo.
“Extraño regalo una pelota de trapo, pero me imagino que varios de Uds. Deben estar pensando en la pelota de Luchín. Mi amigo Nano Stern quiso saber de dónde venía la pelota de trapo, y llegó un señor, de unos 50 y tantos años, que dice: ´Yo soy Luchín, de Barrancas, el que jugaba con el caballo y a quien Víctor hizo esta canción´. Fue tremendamente emocionante el ver como esta música, comprometida socialmente, ha trascendido generaciones, y hoy día podemos ver como trasciende el contexto”.
También se refirió al pasado del embajador Tucapel Jiménez Fuentes. “Imagínense a un joven de 19 – 20 años que tiene que llegar de un mes a otro a un lugar tan lejano y con la carga de un padre muerto, asesinado vilmente, Tucapel Jiménez, donde además, para tratar de tapar el crimen, asesinaron a un carpintero, Alegría, le cortaron las dos muñecas”.
– ¿Cómo será la historia de cada uno de los que llegaron en esa época a un país tan lejano y en donde la barrera del idioma y la cultura es gigante?, se preguntó.
Y agregó algo (que al menos yo) nunca antes había escuchado decir a los presidentes anteriores:
“Yo quiero partir por agradecer a Suecia, y también de alguna manera, como lo hicimos en Alemania, pedirles perdón a Uds. Porque también soy representante del Estado de Chile, y de la continuidad del Estado de Chile, con sus luces y sus sombras. Y fue el Estado de Chile el que los privó a Uds. de su patria, de su arraigo, de su nacionalidad. Algunos de Uds. seguramente tuvieron en algún momento una “L”, en el pasaporte que les prohibió la entrada al país en el que nacieron y donde habían desarrollado sus sueños y, seguramente, luchado por un país más justo”.
“Que injusticia más grande el que a una persona, por pensar distinto, por querer cambiar el mundo, le prohíban estar en su patria. Y que hayan tenido que venir acá, al otro lado del mundo, en un norte desconocido para nosotros, a tratar de rehacer su vida con la nostalgia siempre de la patria que los había abandonado.”
“Pero lo bueno es que ese abandono también los ha llevado a crear puentes, y que hoy día, estando acá como presidente de la República, les puedo decir que estamos orgullosos de su presencia acá”.
Al finalizar la velada, Osiel Ibáñez invitó a la concurrencia a disfrutar de una “fika” (en sueco un café con bollo), en el foyer de la Sala Grünewald, lo cual fue aceptado por la audiencia con entusiasmo, eso sí, después de haberse tomado una foto con el presidente.