En noviembre de este año, en el marco del Festival Internacional de Cine, el director greco-francés Costa-Gavras visitó Estocolmo para recibir el Premio a la labor de toda una vida, y presentar su película El último suspiro.
Magazín Latino entrevistó entonces a este ícono del cine político, quien, en su más reciente entrega, aborda una problemática más íntima: el de la muerte. “Morir dignamente es un derecho humano”, afirmó el autor de tantas joyas de la cinematografía mundial, como Z, Desaparecido y La caja de música, por nombrar algunas.
Texto y foto: Marisol Aliaga
Si alguien me hubiera dicho, después de ver el thriller político Z a mediados del 73, en Santiago, que 51 años más tarde entrevistaría a Costa-Gavras en Estocolmo, le habría dicho que estaba loco.
Sin embargo, la vida da muchas vueltas, y aquí estaba, en el hotel lobby del hotel donde se alojó en Estocolmo, esperando mi turno para una entrevista con él. Nerviosa, por supuesto, y más aún al percatarme de que había olvidado el cuaderno con las preguntas en casa…
Costa-Gavras es un destacado cineasta y guionista franco-griego, conocido por su enfoque comprometido y político en el cine. Nacido el 12 de febrero de 1933 en Loutra, Grecia, su nombre real es Konstantinos Gavras. Es, además, presidente de la Cinemateca Francesa, la cual colecciona el patrimonio cinematográfico mundial.
En Grecia había comenzado estudios de Derecho, pero en la década de 1950 se trasladó a París, donde asistió a la Escuela de Cinematografía de la Universidad de la Sorbona, una de las instituciones más importantes para la formación en cine en Europa. Su formación en la cinematografía y su pasión por las problemáticas sociales y políticas serían determinantes en su carrera.
Porque, a lo largo de su trayectoria, Costa-Gavras se ha hecho un nombre como director de películas de denuncia, especialmente de aquellas que abordan temas de injusticia política, derechos humanos y autoritarismo. Su cine se caracteriza por la búsqueda de una narrativa clara y directa, en la que el espectador no puede permanecer indiferente frente a los abusos de poder y las violaciones de la libertad.
Entre sus obras más emblemáticas se destacan Z (1969), una película que adapta el libro de Vassilis Vassilikos sobre el asesinato de un líder político griego, que denuncia la corrupción y el autoritarismo en el contexto de la dictadura militar de Grecia en los años 60. ´Z´ no solo fue un éxito de crítica, sino que también obtuvo varios premios internacionales, incluido el Oscar a la Mejor Película Extranjera.
En La confesión (1970), profundiza en los temas de la represión política y las atrocidades cometidas durante el régimen comunista en Checoslovaquia, mientras que en Estado de sitio (1972), aborda la dictadura uruguaya y las violaciones a los derechos humanos de los gobiernos latinoamericanos de los 70.
En 1982 se estrenó Desaparecido, (Missing), que relata la desaparición de Charles Horman, un periodista estadounidense que fue arrestado y luego desaparecido bajo la dictadura de Augusto Pinochet.
Sobre esta cinta ha dicho Costa-Gavras:
– Yo siempre tuve una gran admiración por Salvador Allende y, por eso Desaparecido fue tan importante para mí, porque era un homenaje a los chilenos que estaban viviendo bajo una dictadura espantosa apoyada por el Gobierno estadounidense.
La película fue nominada para el Oscar en varias categorías, y recibió la Palma de Oro en Cannes y el Oscar al Mejor guion.
Costa-Gavras es capaz de mezclar el suspenso con una profunda reflexión sobre el poder y la resistencia. Estoy segura de que Desaparecido logró crear conciencia en el mundo entero sobre lo que ocurrió y seguía ocurriendo en Chile, luego del sangriento golpe civil-militar de 1973 y de que el país viviera el periodo más terrible de su historia moderna.
Siempre he pensado que los chilenos/as tenemos mucho que agradecerle a Costa-Gavras, por este film, que tan bien relata el horror que tantos vivimos en ese entonces.
De modo que no podía dejar pasar la oportunidad de manifestárselo, ese frío día de noviembre, cuando tuve la oportunidad de conversar frente a frente con este maestro del cine. Y lo hice, aunque mis planes de hablar en castellano con él se vinieron al suelo cuando me dijo en inglés que su español estaba muy “lejano”.
Consciente de que el entrevistado siempre tiene la razón, no me quedó más remedio que traducir mentalmente al inglés las preguntas que había formulado en mi idioma materno, con resultados no siempre favorables y agradeciendo la infinita paciencia de mi interlocutor.
Más que un director, parece un actor de cine, elegantemente vestido con un terno oscuro de tweed, una bufanda fina color naranjo y yo diría que representa mucho menos que sus 91 años. Me saluda con una sonrisa cálida, luego de que la encargada de prensa del festival me presenta, y nos sentamos en sendos sofás alrededor de una elegante mesita de centro, en la habitación del hotel.
Se asombra cuando le digo que soy chilena.
– ¡Ah, chilena! Me dice, y se sonríe. Pero cuando le hablo en español responde, en inglés: “mi español está muy lejos”.
Cambio a mi precario inglés. Y le cuento que viví el golpe de Estado del 73. Se pone muy serio y me escudriña con la mirada.
– Entonces Ud. debe haber sido muy joven.
Le respondo que, en efecto, tenía 18 años. Le cuento brevemente algo de lo que viví ese 11 de septiembre en Santiago y le confieso que por fin puedo agradecerle personalmente por todo lo que Desaparecido ha significado para nosotros. Para quienes nos vimos obligados a partir al exilio, pero que nos sentimos identificados con el sufrimiento de los protagonistas del filme.
– Yo le agradezco a Chile, a Salvador Allende, me responde.
Conoció a Allende antes del golpe y siente una gran admiración por él. El “compañero presidente” le pidió que se encargara de contarle al mundo que en Chile se estaba llevando a cabo una revolución, pero una revolución pacífica, no armada.
Ud. cuenta con una extensa producción cinematográfica, en la cual varios de sus filmes se han transformado en clásicos. Personalmente, mi favorita es Desaparecido (Missing), película que no puedo ver sin llorar. ¡Y qué tremendo reparto! Solamente el hecho de que los actores sean estadounidenses y no chilenos haría dudar a cualquiera de quienes vivimos el golpe en primera persona. Pero el filme tiene una atmósfera tan auténtica, tan nuestra, que nos hemos sentido realmente identificados con la película. ¡Que hazaña!
– Aquellos actores norteamericanos estaban en contra de Pinochet, algunos eran pro-Allende. Por eso aceptaron hacer el filme, sobre todo Jack Lemmon. Aunque no se preocupaban mucho de la política, incluso eran más inclinados a la derecha.
– Cuando le mostré el guion a Jack Lemmon, lo leyó y me dijo: “Esto es verdad?”, le respondí: “Completamente, eso pasó. Cada momento, cada escena”, me dijo: Wow! We will do it then. (¡Guau! ¡Tenemos que hacerlo!) Y lo hizo en forma magistral. Él votaba por Reagan, imagínese. Pero el personaje a quien encarna, Mr. Edmund Horman, cambió por completo su punto de vista, él nunca había imaginado que su propio país fuera capaz de hacer algo así.
Yo no he olvidado nunca una escena de esa película, en la que Jack Lemmon exclama, con una expresión de desesperación: “Yo quiero a mi hijo de vuelta. Es el único hijo que tengo”. Es imposible contener las lágrimas…¿Cómo encuentra Ud. a estos actores?
– Bueno, debe haber una buena colaboración del actor con el director, una complicidad. Por ejemplo, en el caso de Missing, cuando los americanos me preguntaron: ¿Quién hará el rol del padre? Yo les respondí: Jack Lemmon, y en la compañía, Universal, me dijeron ¿Se trata de una comedia? – Jack Lemmon había hecho muchas comedias – y fue muy difícil que lo aceptaran. Fue una dura lucha, pasé varias semanas tratando de convencerlos.
Pero al final Ud. ganó. Y él estuvo perfecto
– En efecto. Los convencí y él estuvo perfecto.
Por su interpretación como el empresario conservador de Nueva York, Ed Horman, quien llega a Chile a buscar a su hijo Charlie, que desapareció durante el golpe militar, Jack Lemmon obtuvo el Premio al Mejor Actor.
Y en las otras películas también. Sin ir más lejos estuve mirando El Capital, y el protagonista, Gad Elmaleh, da una impresión muy convincente, un personaje que, digamos, llega a dar miedo.
– Sí, y él es un muy buen comediante. Muy conocido en Francia, muy humorístico. A pesar de eso le pregunté si quería encarnar a este personaje y me dijo de inmediato: “Yo lo hago”.
¿Cómo encuentra Ud. estos talentos? No me imaginaba que Gad Elmaleh fuera comediante…
– Sí, es que yo veo a los actores en otras películas o en el teatro, y los encuentros interesantes. Luego hablo con ellos y trato de convencerlos de que trabajen en mi película, y la mayor parte de las veces, ellos aceptan. Por ejemplo, para mi última película le pregunté a Charlotte Rampling si quería tener un pequeño rol. Le dije: “Charlotte, es solo un día de rodaje, es el papel más breve de tu vida, ¿lo aceptarías?” Ella leyó el guion, y me dijo que estaba muy contenta de hacerlo, le interesó mucho el personaje.
Realmente ella estuvo radiante en su rol. Pero por favor cuénteme por qué quiso Ud. tratar ahora este tema, el tema de la muerte.
– Es acerca de la vida, de lo que queda de la vida. Y también de la muerte, por supuesto, porque mi propia muerte se acerca. Fíjese en mi edad, puede llegar mañana, pasado mañana, dentro de unos años, no sé cuándo, pero llega. Llega a todos, pero para mí se siente en particular y me pregunto cómo va a ser…como debería ser ¿qué debería hacer yo? Pues, quisiera que fuera de una forma muy digna…no me gustaría tener dolor, ni tampoco que sufrieran quienes me van a sobrevivir. No quisiera llegar a estar muy disminuido en mis capacidades, al contrario, quisiera ser autovalente. Y cuando llegue el momento, que llegue.
– El problema que tienen nuestras sociedades hoy en día es que si, por ejemplo, yo decido que termine mañana, nadie me va a ayudar. La única forma es subirme a un séptimo piso y saltar [se ríe] lo cual sería lo peor que pudiera hacer. Entonces, me gustaría que en nuestras sociedades existiera un lugar donde uno fuera y dijera: “Me gustaría terminar.” Pero terminar de una buena forma. Sin embargo, debido a la educación que recibimos, debido a la religión, este tema sigue siendo tabú.
En Suecia tampoco se acepta la muerte asistida. Y la muerte sigue siendo un tema que muy pocos quieren tocar. Incluso no es muy común que se lleve a los niños a los funerales. Yo diría que la muerte causa bastante angustia, entonces, se calla.
– Exacto, no quieren saber nada de ello. El miedo hace que eviten el tema. Pero es necesario estar preparado para la muerte, porque es algo que nos afecta a todos. Necesitamos preparar nuestros sentidos …saber qué salidas hay. Necesitamos una sociedad que nos confiera el derecho a morir de la mejor forma.
¿Morir con dignidad?
– Absolutamente. Con dignidad.
Pero a propósito de este término, tengo que decir que Ud. ha estado siempre luchando por causas justas. Eso es dignidad
– Bueno eso lo aprendí de mis padres. Aunque yo me crié en un país que no se preocupaba mucho de los chicos, sobre todo en mi entorno familiar, muy pobre. Entonces, se trataba de que había que encontrar trabajo en lo que fuera. Pero más tarde llegué a Francia y allí era todo muy distinto, allí me sentí verdaderamente aceptado. Y por primera vez en mi vida me trataban de Gentleman (Señor). Me decían Monsieur. [Risas]. Más tarde, cuando llegué a la universidad, la profesora me trataba de la misma forma, yo era el “Señor Gavras”, eso me hizo sentir muy bien.
Exacto. El trato tiene mucha importancia…
– Así es. Y se trata de que la aceptación de los demás es algo que dignifica.
A propósito de los demás, me gustaría hacerle una pregunta, porque he visto distintas versiones al respecto. Muchas personas están convencidas de que Ud. es una persona de izquierda, ¿qué opina Ud. de eso?
– Yo soy Costa-Gavras, una persona. Libre. Yo quiero decidir qué pensar en la política y en la sociedad y trato de hacerlo lo mejor posible…. No quiero seguir a ningún partido político. Bueno ¿para qué propósito? Me gusta mucho Allende, porque me encontré con él unas 3 – 4 veces y conversé con él y lo que me dijo fue perfecto. La forma en la que él veía el futuro de la sociedad en su país. Entonces, si yo hubiera podido votar por él, lo había hecho. Y también tendría algunas críticas que proponerle.
– Pero yo no quiero molestarme en encontrar un partido, o una religión, o una persona, lo que sea. Eso sería lo peor. Cada cual debe encontrar sus propias ideas, tomar sus propias decisiones. Y no es fácil, pero se debe estar…educado para eso. Pero si esto no es así, y si no entiendes por qué los políticos hacen esto o aquello, ¿quién es el más confiable? ¿A quién puedo aceptar sin dudar?
A nadie, ahora…
– [Risas] ese es el problema
Me gusta lo que Ud. ha dicho sobre los líderes europeos. Que solo piensan en el dinero…
– Cuando comencé a hablar de Europa, al comienzo éramos todos entusiastas. Habría educación, cultura, democracia …y economía. Ahora lo que hay es economía, los otros ítems son muy pequeños, son solo una justificación. Y esto no funciona bien, Europa no está en una buena situación. Y esto da la idea de que hay que hacer cambios. Digamos que Trump va a ser tan negativo con la UE, que los europeos van a ver la necesidad de cambiar.
Ud. afirma que todas las películas son políticas. El último respiro, ¿es también política?
– Sí, por supuesto. Lo más político es el cómo nos adaptamos. Es política qué hace la sociedad para ayudarnos a un buen final. No hace nada. Te ponen en un hostal para que te mueras, pero no te preguntan qué quieres tú. Y yo diría que no te preparan tampoco en la escuela, diciéndote: te vas a morir. Ten una buena vida, sé bueno con los demás, no pienses que vas a vivir aquí para siempre. Te vas a morir.
– En Francia no hay lugares, por ejemplo, como en Suiza, donde uno va y dice: me gustaría morir, ayúdeme con eso.
CONTINÚA…