Brindemos contra la peste de la soledad

Una muy buena columna para comenzar el 2025. Del escritor y conductor radial colombiano Jaime Cedano Roldán. ”Por más paz para siempre, por más tiempo y mejor salud, más comida caliente, más rumbas sabrosas, más de todo lo bueno para todos. En una palabra: más amor”.

Por: Jaime Cedano Roldán

Culminamos el año con la Gabomanía desatada por culpa de la serie Cien años de soledad, que obviamente ha originado diversas reacciones. Cada una de las decenas de millones de personas que hemos leído la novela, en cualquiera de los cincuenta y tantos idiomas diferentes en que ha sido traducida, teníamos nuestra propia y muy particular serie en el imaginario. 

Pero realmente la invitación de esta columna es a que, mirando el contexto político mundial, hablemos de la estrecha relación que existe entre la novela y el discurso “La soledad de América latina”, que García Márquez pronunciara en Estocolmo en 1982, al recibir el Premio Nobel. Un discurso, que, como el libro, es necesario volver a leer, o hacerlo por primera vez si aún no se ha hecho. Macondo y siete generaciones de sus familias fundadoras sufrieron cien años de soledad, de guerras fratricidas, de pestes, de olvidos y derrotas. Pero no era solo una terrible realidad colombiana, lo era también de toda nuestra América latina, andina, amazónica y caribeña. 

Lo dijo García Márquez en el discurso de Estocolmo:

“Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida… este es, amigos, el nudo de nuestra soledad”.

En el final de Cien años de Soledad los manuscritos de Melquiades anuncian que los pueblos condenados a cien años de soledad no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra. Macondo sería borrada de la faz del universo. En el discurso de Estocolmo se rompe ese destino trágico y se vislumbra la posibilidad de un nuevo mundo, “donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir”. La insurreccionada América latina de los años ochenta alentaba en Gabo esa esperanza. 

Nuevamente hoy en el Macondo que va del sur del Río Grande a la Patagonia se destrozan presagios y malas horas, y se reconstruye la esperanza;  en medio de sombras y conspiraciones. 

No pasa lo mismo en Europa donde crecen electoral y socialmente las fuerzas oscurantistas que permiten que los poderosos decidan la forma de morir de pueblos enteros sentenciados al genocidio, y condenando con ello a toda la humanidad.  El caso de España es patético. La Internacional Socialista, por convocatoria del presidente Pedro Sánchez, se reúne en la monárquica y colonialista Marruecos. El mismo Sánchez condecora a la neonazi Meloni, y le ha seguido vendiendo armas al genocida Israel, ayuda a atizar la guerra en Ucrania y traicionó al pueblo saharaui. La Europa a la que un día llegó el siglo de las luces se inclina respetuosa ante los herederos de Bin Ladem, que se apoderaron a sangre y fuego y barro de Siria. 

“A este paso terminaremos devorados por las bestias”. Dijo Úrsula Iguarán. 

En nuestra región, Evo Morales y Luis Arce radicalizan una suicida disputa que le abrirá el campo a la derecha, y algunos presidentes, incluido Gustavo Petro, dudan en reconocer a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, ignorando, que si hay dudas, son las instituciones venezolanas y el pueblo venezolano quienes deben resolverlas, principio básico de la tan mentada autodeterminación de los pueblos. Y para colmo de males, aparece Trump queriendo adueñarse nuevamente del Canal de Panamá; mientras piensan las derechas que podrán recuperar el rebelde patio trasero promoviendo golpes, blandos y duros, y candidaturas nazi-comediantes tipo Milei, Bukele o algunas lánguidas sombras uribistas. 

Un año amargo y triste, globalmente, ha sido este 2024. Un año de guerras y genocidios, de la mentira como instrumento de la política. Un año de dolores que acusan, como cantaba Pablo Neruda. Colombia, contra todos los pronósticos agoreros, y las equivocaciones, cierra el año con buenas cifras en empleo, inflación, infraestructura educativa, turismo, reforma agraria y producción agropecuaria, perspectivas pensionales, inversiones extranjeras, y un decente salario mínimo para el 2025. 

Los pueblos del mundo requerimos inspirarnos hoy en la terquedad de Úrsula Iguarán, en las alucinaciones de Aureliano Buendía, la magia de Melquiades y el amor desaforado y triste de Pilar Ternera. Para romper los hechizos y los miedos. Y para seguir abriendo las grandes alamedas, y también las Escombreras. 

Este 31 de diciembre levantemos la copa y brindemos con el convicto y confeso conspirador de la paz nacido en Aracataca, 

“Para seguir peleando juntos contra la muerte en las trincheras de la felicidad, luchando por ser nosotros mismos, por más paz para siempre, por más tiempo y mejor salud, más comida caliente, más rumbas sabrosas, más de todo lo bueno para todos. En una palabra: más amor”.

Jaime Cedano Roldán

Bogotá, diciembre 29 de 2024