Extracto del libro:
Con Bautista van Schouwen
Recuerdos de lucha y amistad
De: Marcello Ferrada de Noli
Enlace para descargar el libro: haga clic
Corría el año 1967, un noviembre como este, de 2018. El joven Jaime Ravinet militaba en ese tiempo en la democracia cristiana (DC), y seguramente –luego de haber sido recientemente elegido presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile– ya soñaba en esa primavera con su beata carrera política, de algún día servir al poder como ministro de alguna cosa, aún bajo banderas disimilares.
(Más tarde Ravinet sería ministro de la vivienda, como democratacristiano, y luego abandonó su partido DC para pasar a ser ministro de defensa en el gobierno de derecha de Piñera).
Nosotros por nuestra parte en Concepción estábamos también en plena campaña electoral por la FEC. A diferencia de la la DC local, para nosotros era una campaña económicamente paupérrima.
No con megáfonos estéreo colgado de los postes, sino con rayados en paredes utilizando nuestros dedos.
No con folletos de canto dorado impresos cual biblias de lujo, sino la hoja de algún manifiesto –picada en máquina obsoleta sobre un esténcil rugoso.
No con programas de radio, sino a gritos de viva voz que nos rasgaban los labios, pero nos salían del alma.
Políticamente rico, económicamente sin recursos, el MIR de la universidad era la antítesis de la parroquia de los democratacristianos que administraba recursos del Vaticano.
Ninguna novedad era que la ‘Alianza que Para el Progreso”, y que el oro de la Santa Sede, lubricaban las victorias DC de aquellos años.
Jaime Ravinet había sido elegido un par de días atrás luego de una álgida, y también violenta campaña en pugna con fuerzas de izquierda; particularmente con el Movimiento Universitario de Izquierda (MUI), que la entonces creciente organización frentista del MIR en las universidades de Chile. Los años de hegemonía DC en la FECH estaban en peligro.
Los democratacristianos–al igual que sus patrones fascistas durante la dictadura– elucubraron que una efectiva manera de obliterar el argumento del contendor, era simplemente silenciarlo por medios físicos. Ponerlo de baja, como diría un esbirro de la DINA tratando en vano de sonar elegante.
En consecuencia, en medio de aquel ambiente de innumerables escaramuzas verbales, los democratacristianos deciden perpetrar un ataque en la persona del destacado dirigente estudiantil Sergio Zorrilla, quién además de mirista era dirigente en la Universidad de Chile de un frente estudiantil equivalente o similar al MUI que teníamos en la Universidad de Concepción. (Podría haberse llamado FER, pero no he podido confirmarlo aún en algún documento. En todo caso no tiene relevancia para este relato).
Los estudiantes DC no estaban dispuestos a ensangrentar sus delicadas, pulcras manos, ni menos a estropear su manicure comprometida, dominicalmente untada en hipócrita agua bendita.
El ataque en vez, según la información, había sido arteramente perpetrado por lumpen llamados al efecto por la dirigencia DC.
El resultado del abuso fue sangriento y salió de lo común en esos días. Chico Zorrilla fue dejado herido, prostrado a su suerte, según lo informado.
Aquel panorama de noticias llegó el día siguiente a Concepción, trasladado personalmente desde su escenario político por el miembro de la dirección del MIR, Bautista van Schouwen. Debo aclarar que a ese entonces, en noviembre de 1967, de los embrionarios del MSR que llegamos al MIR, Miguel y Bauchi estaban ya más en Santiago que en Concepción, y Marco Antonio ya estaba en la Sorbonne, en París.
Siendo yo en ese entonces jefe de la Brigada Universitaria del MIR en Concepción, Bauchi me pide que organice una reunión extraordinaria y súbita. La que convoqué para las 20 horas de ese mismo día.
Yo dejo que Bauchi presida la reunión, y paso a sentarme en la última fila de la sala de reuniones que utilizábamos en el local de la FEC, pensando disponer de un momento de solaz. Después de todo Bauchi ya me había relatado, en camino hacia la FEC, lo ocurrido en Santiago.
Así, como de distancia cuasi onírica, siento la voz de Bauchi que monologa desde el estrado:
– “La Comisión política ha decidido que esta afrenta al MIR en la persona de Sergio Zorrilla debe ser enérgicamente respondida”.
– “La Comisión política ha decidido que mañana, durante la presentación pública al candidato DC a la presidencia de la FEC, se castigue al que viene a presentarlo en nombre de la DC, eso es, el recién elegido presidente de la FECH Jaime Ravinet de la Fuente”.
– “La Comisión política ha decidido que un voluntario de la brigada universitaria de Concepción implemente esta medida punitiva”.
– “La Comisión política del MIR ha decidido que el voluntario para esta tarea debe ser el compañero Marcello Ferrada de Noli, por ser el más representativo cuadro del MIR que permanece en la Universidad de Concepción en estos momentos”.
Es allí donde yo reacciono de veras, y desde la última fila le grito a Bauchi como Andrew Sachs (“Manuel”) a John Cleese en el sketch “Hotel Fawlty Towers”:
– “QUÉ?”
A lo que Bauchi responde:
“Sí, Ferradita. For ser fundador del MIR, jefe de la brigada, y nuestro candidato en la lista para el ejecutivo de la FEC.”
Y agrega:
“Y porque Ferradita es ‘bueno para los combos’ –Así que aprobado por unanimidad?”
“Sí”, responde el respetable público –los militantes del MIR de nuestra brigada universitaria– mientras se vuelven hacia donde yo estoy y me acribillan con picardía en ojos y palabras. (Sus nombres en páginas 77-79).
“Bien” –termina van Schouwen– “Atacama (o sea yo) queda encargado de organizar la escuadra de compañeros para la acción de mañana”.
Esa misma noche elegí a los miembros de la escuadra, catorce compañeros, todos distinguidos por su lealtad a la organización. Todos ellos estaban además por ahí al tope en condición física, como buenos miristas. La mayoría practicábamos defensa personal –básico en nuestro entrenamiento– pero algunos también algo de karate, y que era en ese tiempo muy popular. Quedamos de reunirnos al día siguiente para pasar revista al procedimiento.
No recuerdo en este instante el nombre de todos ellos, pero sí que estaban Renato Valdés, Víctor Hugo Bonvalet, Pedro Sierra, Arnoldo Ríos, Hernán Carrasco, el compañero apodado “Seguridad”, y otros. Posiblemente Gringo Trautmann (quién no era del MIR, sino del MUI) –y otro compañero de ojos claros, algo rubio, y que vivía en calle Castellón antes de llegar a Chacabuco; también entrenado militarmente en Cuba.
Reunidos al día siguiente, les expuse mi plan para el accionar, y que consistía en una formación en “V”, conmigo en el vértice del ángulo de formación.
Sabíamos ya que el acto de proclamación del candidato DC se realizaría en el Teatro Concepción. También estudiamos la plausible ruta del cortejo de Ravinet, puesto que sabíamos de dónde provendrían. O sea que sabíamos que en algún momento pasarían por la Galería Olivieri.
A la hora señalada sorprendimos a la comitiva de próceres DC y sus guardaespaldas en el segmento de la Galería Olivieri que da hacia calle Aníbal Pinto.
Nuestra formación de cuña irrumpe raudamente; yo a la cabeza, a mi derecha estaba Carrasquito, y a mi izquierda Hugo Bonvalet seguido de Renato Valdés (ambos se acuerdan hasta el día de hoy).
Yo no conocía a Jaime Ravinet, nunca lo había visto; me habían dicho que tenía pelo claro, pero no me habían especificado que era tipo colorín. Por tanto, y en la velocidad de los hechos, cuando me enfrento con la primera fila de la comitiva DC confundo a Ravinet con un colaborador o guardaespaldas de él. Rápidamente lo tomo de la ropa con mi mano izquierda a la altura del pecho, posiciono mi derecha, y le digo, “Oye Ravinet, esto e por…
…Y en ese preciso instante escucho que alguien exclama algo desde la segunda fila de la comitiva, y que por ende estaba bloqueado de haber visto claramente lo que ocurría. Alguien quien solamente había escuchado “Oye Ravinet”. Y esa persona, levantando ligeramente la cabeza, y con voz muy inflada e irritada, prorrumpe:
– “No; YO SOY JAIME RAVINET!”
– Ah, así, le digo yo, y dando un paso adelante de inmediato lo tiro atrás de un solo combo. Tambalea, lo alcanzan a sujetar sus pares cayendo al suelo. Y mientras se arregla la corbata, y de la chaqueta le suspira una extra sístole acelerada, y se palpa la cara para comprobar si todavía era Jaime Ravinet, abro mi discurso en nombre de la Comisión Política del MIR.
Ninguno de los niñitas de las monjas que integraban el cortejo DC, reaccionó en contra de nuestra formación. Fue una operación impecable.
Eso fue todo, y luego de aquello Ravinet volvió a Santiago y nunca más escuché durante aquel periodo que alguno de nuestros compañeros de la Universidad de Chile había sido agredido nuevamente.
En Concepción jamás se habrían atrevido.
Por razones obvias, la prensa hostil al MIR en Concepción, o sea toda la prensa, no publicó noticia alguna sobre el “incidente”.
Con los años, Jaime Ravinet ocupó altos puestos políticos en Chile, como alcalde de Santiago y ministro en gobiernos de izquierda a derecha.